Tiro en las guerras antiguas
Amparo Vázquez
2025-11-08 11:34:34
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Disparar en desenfilada no fue una novedad en la 1GM.
En todas las guerras anteriores, disparar al enemigo sin asomar la cabeza por encima del parapeto era una necesidad evidente.
Muchos años antes de 1914 ya se habían ideado aparatos más o menos sofisticados para abrir fuego contra el enemigo sin exponerse a recibir un tiro en la cabeza, pero la guerra de posiciones de la 1GM y la magnitud de los ejércitos enfrentados hizo proliferar como nunca antes ni después este tipo de elementos, añadiendo un peligro adicional a la vida diaria del hombre de las trincheras.
Disparar desde la trinchera propia sin exponerse era fácil: desde el principio de la guerra de trincheras existieron escudos de acero en los parapetos, que disponían de una aspillera desde la que disparar sin peligro inmediato al enemigo.
Pero estos escudos eran parte del parapeto en la mayoría de los casos; moverlos de un lado a otro y recolocarlos era imprescindible (además de engorroso), pues en cuanto eran detectados por el enemigo se convertían en punto de atracción del fuego enemigo.
Era preciso un elemento más flexible y acoplar un periscopio de trinchera a un fusil era lo más sencillo.
El principio de todos estos aparatos era simple: un periscopio unido a un arma y conectado ésta a través de un bastidor de madera o metal a un mecanismo de disparo accionado por el tirador, que a la vez era también el apuntador.
Hubo multitud de diseños, unos hechos por las propias tropas en el frente, otros por los talleres militares y otros por iniciativa de diseñadores privados.
La sofisticación variaba mucho: unos eran un simple soporte de madera que sostenía un periscopio y un fusil que se disparaba tirando desde debajo de un hilo fijado a la cola del disparador, y los más sofisticados eran un bastidor metálico plegable que permitían la sujeción del periscopio y del fusil, y en la parte inferior una culata, un segundo disparador y una palanca que permitía acerrojar el arma y dejarla lista para el siguiente disparo.
Quizá alguno piense que era éste el elemento favorito del francotirador.
Nada más alejado de la realidad.
Estos mecanismos jamás fueron empleados por tiradores selectos especialmente entrenados.
Los buenos tiradores se movían por la trinchera propia y por la tierra de nadie con su arma y su mira telescópica intentando no ser detectados.
Disparar desde la trinchera al enemigo de enfrente era trabajo para tiradores de menor nivel, especialmente porque era muy difícil hacer blanco con uno de estos aparatos a más de 100 metros por muy bueno que fuera el tirador.
Enfilar el periscopio con los aparatos de puntería del arma no era nada fácil, y además no hay que olvidar que una cosa es disparar un arma que se está sujetando directamente con las manos y otra muy distinta es disparar un arma a través de un bastidor intermedio y sujetándola desde abajo.
La estabilidad del arma en el momento del disparo era muy precaria y el movimiento hacia arriba resultaba importante.
Por ello algunos de estos aparatos disponían de picas para clavarlos al parapeto, pero aún así la estabilidad del conjunto no quedaba asegurada.
Es por lo anterior por lo que estos aparatos, más que para matar a larga distancia, eran elementos de interdicción, esto es, artilugios para mantener en tensión permanente al enemigo evitando que se moviera con comodidad por el campo de batalla.