Para solucionar este problema, existen dos trucos caseros con el que podrás ver como tus faros volverán a tener ese aspecto que tenían cuando salieron del concesionario. El primero es mezclar bicarbonato con vinagre blanco. Deberás colocar con una esponja esta mezcla en tus faros y esperar una hora. Una vez pase ese tiempo podrás aclarar los faros y veras como el color amarillo de estos se ha reducido considerablemente. El segundo truco es más desconocido que el anterior, aunque su efecto puede ser igual o más útil que el anterior. Se trata de aplicar pasta de dientes, preferiblemente de menta, y extenderla con medio limón. Al frotar con el cítrico en círculos verás como la suciedad va desapareciendo poco a poco. Después, al igual que en la primera opción, solo tendrás que enjuagar los faros y aclararlos. Para evitar que este elemento de tu coche se vuelva amarillo deberemos evitar dejarlo al sol en los meses de verano, ya que este podría ser letal para su estado de conservación. Busca estacionar en la sombra, esto no solo salvará tus faros si no que también evitará un sobrecalentamiento en el motor o el deterioro de otras piezas de tu coche.