Las armas de asta, con su largo mango y punta metálica, fueron clave en la guerra medieval.
Versátiles y letales, dominaron los campos de batalla durante siglos, siendo esenciales tanto para la infantería como para la caballería.
El bastón medieval era un arma de madera dura, de entre 1,5 y 2,1 metros, a veces con puntas o refuerzos metálicos.
Fueron armas fundamentales desde tiempos antiguos, con un asta de madera y punta metálica.
Variantes como el angón o la lanza alada destacaron en la Alta Edad Media.
Utilizadas tanto para arrojarlas como para embestir, las lanzas eran armas imprescindibles en formaciones como el schiltron escocés, ideales para repeler cargas de caballería.
La lanza alada tenía alas metálicas a los lados de la punta para evitar una penetración excesiva o ayudar en la esgrima.
El diseño de la lanza alada mejoraba el control en el combate y fue la base para la evolución de armas como el spetum o el partisano.
La pica era una lanza larga de entre 3 y 6 metros usada principalmente por la infantería en formaciones compactas para detener la caballería.
Las picas se reforzaban con carrillas metálicas y se fabricaban con fresno.
El corsé era un arma habitual en los siglos XVI y XVII y su diseño derivaba de lanzas aladas.
Poseía una cabeza con tres hojas y podía presentar hojas laterales o ganchudas.
El fauchard tenía una hoja curva semejante a una hoz en un asta de 2 metros.
Fue común entre los siglos XI y XIV y aunque no muy eficiente inicialmente para el combate, evolucionó para incorporar puntas adicionales en la hoja, dando más versatilidad.
La guja era un arma de asta con una hoja afilada y alargada, parecida a un cuchillo grande, sobre un mango largo.
Podía incluir pequeños ganchos en el reverso y fue popular durante el siglo XIII.
El guisarme consistía en una vara larga con un gancho en el extremo, usado principalmente para desmontar a jinetes.
El gancho permitía atrapar armaduras y caballos, siendo muy efectivo en combates contra la caballería.
La alabarda era un arma de asta a dos manos, con una hoja de hacha, una punta y un gancho en el dorso.
Combinaba la capacidad de cortar, empujar y enganchar y su uso se extendió desde el siglo XIV.
La hacha danesa tenía una pesada cabeza en forma de medialuna sobre un mango largo.
De origen vikingo, se difundió por Europa en los siglos XI al XIII y fue usada tanto en batalla como en cacerías.
El esparto o sparth era una variante del hacha danesa con hojas más anchas y mangos largos.
Se usaba principalmente en Irlanda y Escocia y era una arma pesada que permitía cortes profundos y golpes contundentes.
La bardiche era un hacha de asta larga usada sobre todo en Europa del Este y Rusia desde el siglo XIV.
Se caracterizaba por una hoja ancha y alargada, montada en un mango largo, combinando corte y alcance.
La pollaxe o hacha larga evolucionó para combinar una hoja de hacha, un pico trasero y un martillo.
Fue muy usada en los siglos XIV y XV para perforar armaduras y luchar cuerpo a cuerpo, siendo la preferida de soldados de infantería pesada.
La maza era un martillo con cabeza pesada montada en un mango largo.
Fácil de fabricar, se usó desde el siglo XIV como arma contundente para golpear armaduras y era popular entre arqueros y tropas de infantería que necesitaban un arma eficaz sin filo.
El becs de Corbin o pico de cuervo combinaba un martillo con una púa robusta para desgarrar armaduras.
Similar al martillo de Lucerna, esta arma de asta fue eficaz en el combate cuerpo a cuerpo para perforar y romper defensas metálicas.
Las armas de asta definieron el combate medieval por su versatilidad, alcance y eficacia en campo abierto o asedios.
Su evolución refleja la adaptación táctica de los ejércitos europeos durante mil años de conflictos y transformaciones sociales.