No mantener la cabeza en alto. Si no se presta atención a lo que sucede en el campo, es fácil perder de vista a los compañeros de equipo y al oponente. No ajustar la fuerza del pase. Si se hace demasiado fuerte, es probable que el receptor no pueda controlarlo y lo pierda. No usar la técnica adecuada. Por ejemplo, un pase con el empeine proporciona más precisión que otro con el interior del pie. No leer el juego. Si no se lee correctamente el juego, es probable que el pase no llegue al receptor y el equipo perderá la posesión del balón. No comunicarse con los compañeros de equipo. Si no se comunica con los compañeros de equipo, es probable que el pase no llegue al receptor o que se envíe a la persona equivocada.